¿Dónde quedó Félix Zuloaga?

Columna política del licenciado Bulmaro Pacheco Moreno

¿Dónde quedó Félix Zuloaga?; columna política del licenciado Bulmaro Pacheco Moreno. Ni vergüenza ni arrepentimiento; columna política del licenciado Bulmaro Pacheco Moreno.

Escribe: Licenciado Bulmaro Pacheco Moreno

En 201 años, Sonora ha dado cinco Presidentes de la República: Félix
Zuloaga, Adolfo de la Huerta, Alvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y
Abelardo L. Rodríguez. De todos ellos, solo está sepultado en Sonora, Alvaro
Obregón: ¿Donde reposan los restos mortales del resto?
El histórico panteón del Tepeyac —fundado en 1660 y reinaugurado en
1865—, está situado en el cerro del mismo nombre que está atrás de la
Basílica de Guadalupe. Se trata de un cerro partido en dos por la avenida
Cantera que hace esquina con la calzada de los Misterios.
La mitad de atrás —la más baja del cerro— es el lugar señalado de las
apariciones de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego, y el que limita y se
conecta con la Basílica, la alta alberga el célebre panteón virreinal.
El panteón se encuentra prácticamente cerrado -por la puerta y las escaleras
que dan a la Basílica- para todos aquellos que no sean parientes de los
difuntos. El que desee entrar debe conseguir un permiso especial de la
Oficina de Panteones de la alcaldía Gustavo A. Madero.
Para ingresar hay que rodear y entrar por la calle Quintana, formada por una
pendiente rodeada de pequeños comercios y casas conectadas a la puerta
trasera del panteón, donde la vigilancia está representada por un guardia
uniformado sin armas y entrado ya en años, que se jacta de trabajar 24
horas corridas intercaladas con un día de descanso.
Su caseta es una pequeña carpa de madera de ocho metros cuadrados llena
de estampas del Sagrado Corazón y la Guadalupana, y decorada con un
camastro armado de una vieja tabla con cojines destripados de hule espuma
amarillento, quizá de un viejo sillón abandonado.
Para garantizar la vigilancia del inmueble y evitar que pandilleros o ladrones
de tumbas lo invadan: “Habiendo trabajado en funerarias, bancos, cantinas y
panteones, he llegado a la conclusión de que me inspiran más miedo los
vivos que los muertos”; señala con ironía el guardia, serio y curioso, que
responde a la pregunta de “si no le causa miedo” dormir cada tercer día entre
los más de mil quinientos muertos que pueblan uno de los panteones de
mayor tradición histórica de México.
Como espacio de historia, el panteón ha llamado la atención de propios y
extraños. Ahí se encuentran los restos de muchos mexicanos, ilustres unos y
controvertidos otros, por lo que el inmueble ha sido declarado monumento
histórico y su operación está regulada tanto por el gobierno de la Ciudad
como por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Olvidada entre la hojarasca y la humedad, por una pequeña colina que
bordea escalinatas entre enredaderas y zacate seco, destaca la tumba del
general Bernardo Reyes (1850-1913) —padre de Alfonso Reyes—, ex
gobernador de Nuevo León y Jefe del Ejército con Porfirio Díaz. Murió en
febrero del 1913 al querer tomar a caballo el Palacio Nacional en los inicios
de la llamada “Decena Trágica”.

Hacia el centro del predio se encuentra ubicada la tumba de Delfina Ortega
de Díaz, sobrina y esposa de Porfirio Díaz. Murió en 1880. Su tumba se
encuentra abandonada. Cerca está la del ex secretario de Hacienda de Don
Porfirio, el también oaxaqueño Justo Benítez, aspirante a la presidencia en
1880 contra Manuel González.
La tumba del laureado poeta Xavier Villaurrutia, fallecido en diciembre de
1950, se encuentra al subir una de las escalinatas del cerro. Se nota por su
mensaje que dice: “Dicen que he muerto, no moriré jamás. ¡Estoy despierto!
Una de las tumbas célebres por la originalidad del epitafio: “Excelentísimo
Señor General Antonio López de Santa Anna" (sic), sepultado allí el 21 de
junio de 1876, y la “serenísma” (sic) Sora Dolores Tosta de Santa Anna,
sepultada junto a él en agosto 11 de 1886. El sepulcro es de granito con seis
antorchas invertidas de metal que “conmemoran el momento en que Tanato,
el genio de la muerte, ciega una vida” y dice la inscripción: “El arquitecto
académico al cual la señora Tosta le encargó la tumba la quería en forma de
una estela de buen gusto porque evocaba los monumentos funerarios de la
Roma antigua con las seis antorchas invertidas” unidas con cadenas de
hierro. El guardia cuenta que por varios años, un personaje de los medios de
comunicación llegaba puntualmente a la tumba a proferir maldiciones contra
Santa Anna y a orinarse en ella.
En el panteón del Tepeyac descansaron durante 73 años los restos del
Sonorense ex presidente de la República —que nunca cobró sueldo— Félix
María Zuloaga Trillo; desde el 12 de febrero de 1898 cuando fue sepultado,
hasta el 27 de febrero de 1971 cuando fue exhumado para ser colocado en
el área de nichos de la Basílica antigua. El lugar donde estuvo su tumba, al
poniente del panteón a 15 metros de la barda y a 90 de la entrada principal,
está cubierto por una extensa vegetación donde domina una enredadera
pegada al suelo llamada rocío.
A la tumba -modesta y sin mayores pretensiones- de granito, piedra y
bloques de cemento le arrancaron las placas que seguramente lo
identificaban como ex presidente, y se observa que cuando exhumaron los
restos, se rellenó el espacio con piedra volcánica. Se ve la vieja cruz
quebrada y tirada sobre la superficie de la tumba, la piañita que sostenía la
cruz luce también rota y solo queda el pedazo oxidado del tornillo que la
sostenía. Un viejo árbol de bugambilia en flor color morado se niega a caer y
luce encorvado sobre la tumba entre nardos, lilis, malbón, lirios y una
diversidad de pinos de todos colores y tamaños.
La esposa de Félix Zuloaga, María de la Gracia Felipa Palafox Garibi
—activa filántropa y militante religiosa—, con quién estuvo casado 47 años,
fue sepultada en 1889 inicialmente en el Panteón Francés, y trasladada
después a la iglesia de la Santa Veracruz, ubicada en la avenida Reforma, al
lado de sus dos hijos Manuel Gregorio e Ignacio Félix Francisco de Paula
Zuloaga Palafox, muertos a los 16 años el primero y a los 6 el segundo. Sólo
se les logró la segunda hija, Elena María, casada en 1872 con Jesús
Bejarano Verduzco. Manuel José de Zuloaga y Orendáin -hijo de Tomás de

Zuloaga y María Josefa Orendáin- y su esposa Mariana Trillo y Muñoz de
Olvera vieron nacer a su hijo Félix en Álamos Sonora, el 31 de marzo de
1813, en la casa -entre Alberto Gutiérrez y la antigua hoy calle Comercio
“Los altos de Bojórquez”- que originalmente perteneció a Luciano Bojórquez.
Félix fue el cuarto hijo; después de Luis, Petra y Manuela, y antes de
Concepción y Tomás. La familia se mezcló con los apellidos Anchondo,
Prieto, Álvarez, Palafox, Luján, Azúnzolo, Bermúdez, Baranda, Muller, Creel
Terrazas y Burns, entre otros. Aparecen en el negocio minero los hermanos
Zuloaga, como socios de la Minera de Corralitos y el Barranco Colorado, del
cantón Galeana, en el estado de Chihuahua, a donde habían emigrado
desde 1816, cuando Félix tenía 3 años de edad.
Félix estudió en el seminario de la Ciudad de México y posteriormente realizó
estudios de ingeniería. En 1834 recibió el nombramiento de teniente de
guardia nacional. En 1836 fue nombrado teniente de ingenieros. Ascendió a
capitán en 1841 y a teniente coronel en 1843. Participó activamente en la
defensa del país en contra de la invasión norteamericana dirigiendo la
fortificación de Monterrey. Fue regidor y alcalde constitucional de Chihuahua.
En 1854 combatió la Revolución de Ayutla y en diciembre de 1857 proclamó
el Plan de Tacubaya en el gobierno y con el apoyo del presidente Ignacio
Comonfort.
Zuloaga fue presidente de la República en dos ocasiones: la primera del 23
de enero al 24 diciembre de 1858 y la segunda del 24 de enero al 2 de
febrero de 1859. Tuvo oportunidad de una tercera ocasión por decreto del 9
de mayo de 1860, pero no la asumió. El gobierno de los Estados Unidos le
hizo una oferta de compra de los estados de Sinaloa, Sonora, Chihuahua y
Baja California, pero Zuloaga la rechazó de inmediato y el gobierno
norteamericano lo desconoció.
Dice Cruz Barney: “El movimiento de Zuloaga representó la reacción de una
parte muy importante de la sociedad mexicana que no estaba de acuerdo
con las reformas planteadas por el grupo liberal. Un enfrentamiento entre dos
formas de concebir las relaciones sociales, políticas y económicas” […] “En
materia de justicia la tarea del gobierno de Zuloaga fue grande”.
En 1861 lo quisieron culpar de la muerte de Melchor Ocampo. Al final, la
historia demostraría que el verdadero culpable fue Leonardo Márquez.
En su gobierno, quiso convocar a un Congreso Constituyente, restableció la
Nacional y Pontificia Universidad de México, reconstituyó la Suprema Corte
de Justicia y decretó la creación de un Concejo de Gobierno, encargado
entre otras cosas de formar la ley orgánica de la República.
Zuloaga y su familia se exiliaron en Cuba de 1865 a 1871. Regresaron
protegidos por la amnistía decretada por Juárez.
Se retiró de la política mexicana y los últimos años de su vida —quizá
influenciado por la experiencia cubana— se dedicó a cultivar tabaco y a
venderlo en su propio estanquillo, ubicado en el centro de la Ciudad de
México en la antigua calle de Plateros. ¿Un ex presidente de la República
dedicado a la venta de cigarros, puros y tabaco en rama? Pues sí. Sin

pensión militar alguna y ubicado como uno de los perdedores de la historia
(en la Reforma) de algo tenía que vivir.
Así fue Félix Zuloaga, quien murió a los 85 años, aquél que cuando sus
padres se lo llevaron de Álamos a Chihuahua a la edad de tres años y que
quisieron para él lo mejor en educación y formación, llegó a la Presidencia
después de abrazar la causa liberal.
Decía en 1858: “Cuando se hace callar la razón, los hechos hablan, y
cuando se destruyen todos los intereses y se conculcan todos los sistemas y
todos los principios, hay dos cosas que permanecen en pie y que nos juzgan
a todos: la verdad y la justicia". Al final de la historia, al acudir a la oficina de
registro de los nichos en la nueva Basílica de Guadalupe, la encargada
buscó varias veces el nombre de Félix Zuloaga y no lo encontró. Dice que
“Quizá no lo han dado de alta porque la Basílica vieja dejó de operar en
1976”, y “los registros aquí aparecen desde 1977”. Para colmo, la placa que
había instalado el ayuntamiento de Alamos (2013) señalando la casa donde
nació Zuloaga en 1813, conmemorando los 200 años de su nacimiento, fue
retirada —dicen que por la nueva dueña—sin motivo alguno. Pena ajena.
bulmarop@gmail.com