Escribe: Licenciado Bulmaro Pacheco Moreno
Porfirio Díaz llegó al poder en 1877 enarbolando la bandera de la no reelec-ción. El presidente Benito Juárez había completado ya 12 años en el Poder —incluyendo la presidencia viajera— después del período de tres años de Maximiliano de Habsburgo. Juárez murió en julio de 1872 y Sebastián Lerdo de Tejada terminó el mandato.
Díaz ya había participado sin éxito en elecciones presidenciales, y fue hasta la muerte de Juárez —en el Poder— cuando reavivó la lucha mientras ter-minaba el tiempo del sustituto Lerdo de Tejada, que quiso reelegirse. Con el Plan de Tuxtepec Díaz combatió a Lerdo y tras el triunfo lo mandó al exilio (Lerdo moriría en Nueva York). Díaz gobernó del 28 de noviembre al 6 de diciembre de 1876, y del 5 de Mayo de 1877 al 30 de noviembre de 1880.
Tras probar el Poder, Díaz buscó que su sucesor —Manuel González, su compadre— fuera un personaje ad-hoc para preparar el terreno y buscar de nuevo la presidencia en 1884. Lo logró, y a partir de ahí no dejó el cargo hasta 1911.
La Constitución de 1857 había establecido la no reelección y eliminado la vicepresidencia, y dejó los períodos presidenciales en cuatro años.
Díaz modernizó al país en lo material pero dejó intactos los esquemas de explotación y de abuso, que finalmente se recrudecieron hasta llegar al es-tallamiento de la Revolución en 1910 bajo el liderazgo de quien también enarboló el “Sufragio efectivo. No reelección” como bandera fundamental de su lucha política: Francisco I. Madero.
Al asumir Madero el Poder de inmediato se reformó la Constitución para prohibir la reelección de presidente y gobernadores.
Tiempos complicados viviría México después en 1913 con el golpe de Es-tado de Victoriano Huerta y el asesinato de Madero y Pino Suárez.
Tras la decena trágica, México tuvo un presidente que duró 45 minutos (Pe-dro Lascuráin) para facilitar la llegada de Huerta. Le siguieron: Francisco Carvajal (1914), Eulalio Gutiérrez (1915), Venustiano Carranza (1915), Ro-que González Garza (1915), Francisco Lagos Cházaro (1915), de nuevo Carranza (1917- 1920) y Adolfo de la Huerta (seis meses: mayo-diciembre de 1920).
La Constitución de 1917 prohibió la reelección, pero dejó un vacío. Fue re-formada en 1927 para permitir la reelección, —obviamente con dedicato-ria—, para el expresidente Álvaro Obregón, que con resistencias y presiones internas de la CROM y una parte del ejército en contra, fue reelecto el 1 de julio de 1928 y asesinado el 17 del mismo mes.
La crisis política generada por el asesinato de Obregón volvió a traer a de-bate la necesidad de legislar con mayor severidad en la materia y la Consti-tución se volvió a reformar años después, en 1933, para prohibir de manera tajante la reelección en todos los cargos de elección popular, con especial énfasis en la Presidencia de la República y los gobernadores de los estados. Fue así como a la reforma del artículo 83 se le le agregó: “En ningún caso y por ningún motivo podrá volver a desempeñar ese puesto”. Así se cerró cualquier posibilidad.
En los períodos de gobierno de los presidentes Lázaro Cardenas y Manuel Ávila Camacho no se escuchó la idea de la reelección. Fue hasta el gobierno de Miguel Alemán, con las tensiones internacionales generadas por la Se-gunda Guerra Mundial, cuando un alto funcionario del gobierno de Alemán trató el asunto con el expresidente Cárdenas para sondear la posibilidad de que “se extendiera unos dos años más el período de Miguel Alemán […] ante las graves circunstancias por las que atravesaba México”. Cárdenas se opuso rotundamente recordando las etapas sangrientas que México había vivido por culpa de las intentonas reeleccionistas, y el asunto no pasó de allí.
Tampoco en los gobiernos de Ruiz Cortines, López Mateos y Díaz Ordaz se tocó el tema de la reelección. Con Díaz Ordaz, se habló a nivel de rumores sobre la posibilidad de un golpe de Estado por los conflictos sociales de 1968, pero el general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional y cardenista de cepa, salió al paso para acallarlos.
Ya casi al final del período del presidente Luis Echeverría, el entonces se-cretario de la Reforma Agraria, Augusto Gómez Villanueva, declaró en Ve-racruz sobre la posibilidad de que el presidente Echeverría ampliara su ges-tión mediante la reelección. No tardó Jesús Reyes Heroles, a la sazón pre-sidente del CEN del PRI, en aludir a la declaración de Gómez VIllanueva, señalando que; “algunos aturdidos que hablan de la reelección, ofenden al revolucionario Luis Echeverría y promueven reformas con dedicatoria que niegan principios”, entre otras cosas.
En los gobiernos de Miguel de la Madrid y José López Portillo tampoco se trató el tema. La idea volvió a tomar forma a la mitad del sexenio del presi-dente Carlos Salinas de Gortari relacionándolo con el “affaire” San Luis Po-tosí, que involucró al gobernador Gonzalo Martínez Corbalá (1991-1992), sustituto de Fausto Zapata Loredo (1991-1991), cuando se planteó la posi-bilidad de que Martínez participara en la elección extraordinaria de goberna-dor (resultó triunfador Horacio Sánchez Unzueta y en 1997 terminó el sexe-nio abruptamente interrumpido de Zapata Loredo).
La idea no prosperó, y Salinas enfrentaría al final de su sexenio una de las peores crisis políticas de la historia moderna: los asesinatos políticos de Co-losio y Ruiz Massieu entre otros.
Al presidente López Obrador a cada rato y en reuniones masivas algunos de sus partidarios le han pedido que continúe en el Poder más allá de su sexenio. Él ha rechazado públicamente las propuestas, pero a cambio ha insistido en que sus políticas continúen con quien llegue al Poder en 2024.
Más que reelección un proyecto transexenal. Por eso ha insistido tanto en sus reformas para que las políticas sociales de su gobierno estén incluidas en la Constitución y no las borren quienes lleguen el año próximo (sic).
Reformó el artículo 4 constitucional acerca de los programas sociales. Tam-bién el 35 y el 84 referentes a la revocación de mandato y otros.
Ha planteado la posibilidad de enviar proyectos de reforma constitucional en septiembre del 2024, cuando ya haya un nuevo presidente electo y cuando —afirma— tengan mayoría calificada en ambas Cámaras, sin saber lo que va a pasar de aquí al proceso electoral del próximo año.
La competencia interna —ya en marcha— por la candidatura de Morena a la Presidencia de las República concluirá el próximo 6 de septiembre y lleva implícito un proyecto transexenal impulsado por el Presidente López Obra-dor al acordar la negociación —de una sola vez— a los coordinadores del Senado, de la Cámara de Diputados, una parte del gabinete y seguramente el Gobierno de la Ciudad de México, para quienes no alcancen en las en-cuestas la principal candidatura.
Eso nos recuerda los tiempos de Luis Echeverría cuando heredó a sus su-cesor López Portillo los dirigentes de las Cámaras y algunas posiciones del gabinete presidencial. El proyecto político luce conciliador en lo interno y trata de evitar que lo rebase y se salga de control el proceso electoral de Morena. Quizá no descartan todavía la posibilidad de que pudiera darse una ruptura por alguna inconformidad manifiesta —en un proceso interno propio de Morena, ajeno al marco legal—, pero con prisas y censuras en cuanto a propuestas y reflexiones sobre los temas importantes de México, concentra-dos los aspirantes en una carrera para ver quién queda mejor —adulaciones de por medio— con quien —más allá de las encuestas— realmente va a decidir sobre la candidatura presidencial.
Eso lo saben muy bien los contendientes y a cada rato miden… y miden.
bulmarop@gmail.com