AMLO, la historia y la sucesión presidencial

Columna política del licenciado Bulmaro Pacheco Moreno

Escribe: Licenciado Bulmaro Pacheco Moreno

Don Justo Sierra le aconsejaba a Porfirio Díaz en 1905 que dejara el poder. Le decía; “que ya era tiempo, que había cumplido con México y que ahora le tocaba a las nuevas generaciones de mexicanos gobernar”.

El viejo dictador lo ignoró, frisaba los 75 años de edad y 26 de de presidente. Llevaba varias reelecciones. Otros —los llamados “Científicos”— le aconsejaron que mejor buscara un vicepresidente más joven que él, para mandar señales positivas a los inversionistas por si llegara a faltar ante lo avanzado (para la época) de su edad.

Fue así como Díaz se decidió por el sonorense Ramón Corral —24 años más joven—, que lo acompañó en el último tramo del poder hasta el 25 de mayo de 1911 cuando renunció, para después exiliarse en Francia y jamás regresar a México. Corral, tratándose un cáncer de garganta, murió también en la capital francesa (1912).

Díaz renunció a la Presidencia, no supo retirarse a tiempo del poder y le estalló en las manos la Revolución. Con prudencia y experiencia política, y para no agravar más las cosas, optó por el exilio desde 1911. Murió en París en 1915 y allá permanecen sus restos.

Venustiano Carranza se negaba a aceptar que lo sucediera en el Poder un militar y desde el principio impulsó a un civil: el embajador de México en Washington y ex diputado local de la XXIII Legislatura de Sonora, Ignacio Bonillas (a) “el flor de té”.

El candidato Bonillas no le cayó muy bien a los militares aspirantes al Poder, como Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. Carranza fue asesinado en mayo de 1920 y sustituido por Adolfo de la Huerta, del llamado ‘Grupo Sonora’, que dio paso a la elección de Álvaro Obregón para el período 1920-1924.

La mayoría de las sucesiones presidenciales vividas en México en todo el siglo XX y lo que va del XXI han tenido como trasfondo la lucha descarnada por el Poder, traducida en luchas permanentes y tensas en distintas formas entre grupos y representaciones al impulsar cada quien a sus favoritos utilizando todo tipo de artimañas.

Han sido muy pocos los procesos abiertos organizados en los partidos desde el Poder para seleccionar candidatos presidenciales.

El presidente Miguel de la Madrid promovió la apertura en el PRI para seleccionar candidato en 1987. Participaron en esa ocasión —pasarela— ante militantes del PRI: el hoy morenista Manuel Bartlett, Alfredo del Mazo, Carlos Salinas, Sergio García Ramírez, Ramón Aguirre y Miguel González

Avelar. Las presiones sobre el presidente demandando apertura política estaban muy fuertes por parte de la llamada Corriente Democrática del PRI, dirigida por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo. La economía del país marchaba muy mal y la irritación social creciendo.

Al final, Carlos Salinas de Gortari, secretario de Programación, resultó favorecido con la candidatura y Cuauhtémoc Cárdenas renunciando al PRI aceptó la candidatura presidencial del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), al cual se sumarían después otras organizaciones como el PPS, PRT, PST y PMT para formar el Frente Democrático Nacional, que con Cárdenas a la cabeza, obtuvo seis millones de votos en la elección —hasta esta fecha— más controvertida de la época moderna: la de 1988 o ‘de la caída del sistema’.

El agotamiento del método sucesorio provocó la primera gran ruptura en el PRI. Quiebre aún mayor que la rebelión de Miguel Henríquez Guzmán en 1952, cuando Miguel Alemán optó por la candidatura de Ruiz Cortines.

Otro proceso interno partidista se dio en el sexenio del presidente Ernesto Zedillo, cuando participaron en la interna priista: Roberto Madrazo, Francisco Labastida, de nuevo Manuel Bartlett y Humberto Roque Villanueva. Zedillo no tenía candidato favorito. Los llamados “candados” de la asamblea priista de 1996 —que exigían haber desempeñado un cargo de elección popular previo— habían dejado fuera a varios miembros del gabinete que tenían aspiraciones políticas, entre los cuales seguramente se encontraba el favorito del presidente Zedillo.

Labastida ganó la interna pero perdió la presidencial contra Vicente Fox en el proceso electoral del 2000. Labastida alegó después que había perdido ante Fox por las divisiones generadas en el proceso interno.

Otro proceso interpartidista se vivió en 2005 entre Felipe Calderón y Santiago Creel ante la falta de acuerdos de Vicente Fox con la estructura del panismo, que se negó a acatar sus sugerencias (o línea política). Ganó Felipe Calderón, y también la elección del 2006 con la diferencia más baja en el porcentaje de votación entre el primero y segundo lugar (0.56%) que se recuerde en elecciones de presidente de la República.

Felipe Calderón tenía su candidato favorito en Ernesto Cordero; pero no logró convencer a la estructura del panismo, que optó por Josefina Vásquez Mota, que ganó la interna en el PAN. Fue la candidata pero quedó en tercer lugar en la elección del 2012.

A varios presidentes de México se les salió de control el manejo de la sucesión presidencial. Sucedió con Miguel Alemán (rebelión del henriquismo), Miguel de la Madrid (la corriente democrática-PRD), Carlos Salinas de Gortari (el asesinato del candidato Luis Donaldo Colosio),

Vicente Fox (la rebelión del panismo contra su decisión) y Felipe Calderón (el rechazo de su propio partido a su candidato).

Ahora, en 2023, el proceso de su propia sucesión amenaza también con salírsele del control al presidente López Obrador, y por varias razones: La cargada de gobernadores morenistas a favor o en contra de algunos aspirantes; la marginación del hoy ex líder de Morena en el Senado; la demanda de piso parejo en el trato político por parte de algunos aspirantes; los actos público de apoyo a aspirantes, con derroche de recursos públicos; campañas adelantadas en medios de comunicación, en bardas y espectaculares; entre otros factores.

Ante eso y el sobre calentamiento político en Morena —así como las prisas que se le notan— al Presidente por resolver, el propio López Obrador ha decidido adelantar y encapsular el proceso interno a través de pactos, y buscando con eso que ninguno de los aspirantes a la candidatura presidencial se le inconforme con el riesgo de costosas rupturas que, en automático, pudieran engrosar los activos políticos de alguno de los partidos opositores.

Se trata de una interna partidista adelantada a los tiempos y en contra de lo que establecen las leyes electorales (artículo 226 de la Legipe). ¿Por qué se anticipa tanto el presidente a los tiempos electorales aún sabiendo que es ilegal?¿habrá algo que no sabemos que lo impulsa a eso?

Dice el artículo 226 de la Ley Electoral: “Durante los procesos electorales federales en que se renueven el titular del Poder Ejecutivo federal y las dos Cámaras del Congreso de la Unión, las precampañas darán inicio en la tercera semana de noviembre del año previo al de la elección. No podrán durar mas de sesenta días.”

“Los precandidatos a candidaturas a cargos de elección popular que participen en los procesos de selección interna convocados por cada partido no podrán realizar actividades de proselitismo o difusión de propaganda por ningún medio antes de la fecha de inicio de las precampañas. La violación a esta disposición se sancionará con la negativa de registro como precandidato”.

¿Quién decide sobre la legalidad del proceso interno de Morena? Deben ser el INE y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, porque de llevarse a cabo como se establece en el documento interno del Consejo Nacional de Morena, ese partido tendría candidato el 6 de septiembre llámesele como se le llame. Tres meses antes de las precampañas señaladas en la ley y nueve meses antes de la elección, dándole una enorme ventaja sobre el resto de los partidos… Y además fuera de la legalidad y con todos los recursos oficiales a la mano, pero, como lo dijo el

presidente: “No me vengan con el cuento de que la ley es la ley”. ¿Será por eso?

bulmarop@gmail.com